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Hallazgos fragmentados en lo dicho y en lo omitido

En busca de Elena, subtitulado Cuentos, de la reconocida escritora argentina Liliana Bellone, cuyas novelas han sido traducidas recientemente al italiano, reúne una serie de textos narrativos de intensa hibridez, ya que conjugan realidad-en tanto parten de un declarado trabajo de investigación-y ficción por sus metamorfoseados referentes históricos culturales que la lengua poética de la autora deconstruye para reconstruirlo en un ámbito de magia, reclamo de toda expresión artística.

  • Acerca de En busca de Elena de Liliana Bellone, Buenos Aires: Nueva Generación, 2017.

El relato que da nombre al libro, y primero de la serie, surgió como respuesta a un pedido del Centro Caprense, en Italia, formulado a la autora cuando estuvo en Capri, ya que sus miembros deseaban una investigación sobre la obra de Elena Hosmann, esposa del mítico Edwin Cerio, anfitrión de Pablo Neruda, como se narra en el texto. De ahí que, tanto las costumbres de los pueblos de las provincias norteñas de la Argentina, sus trabajos, su religiosidad, su manera de vinculación social, enmarcados en paisajes descriptivos con pinceladas pictóricas, no ocultan los procesos que la historia viene registrando y constituyen el marco contextual de las actividades de Elena Hosmann como fotógrafa.

El Prólogo de Liliana Massara, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, advierte el “juego de ambiguos cruces entre los géneros; confesiones de un yo, simulacro de mundos reales y literarios, entre las fronteras de lo autorreferencial, lo biográfico, las prácticas de investigación, los usos de los testimonios (…) o en las fronteras de la fantasía y lo velado (…) (9).

El motivo principal, explícito en el título y persistente en el texto, es la conjetural biografía de Elena Hosmann Frers, que en apretada síntesis, se da a conocer como un subtexto incluido al pie de una de las páginas del libro. Sin embargo, el decurso narrativo permite a los lectores conocerla de manera más amplia, a través de las diferentes voces de los personajes que recuerdan su vocación de fotógrafa, estudiosa de folklore, aficionada a la arqueología y reconocida viajera interesada en las provincias de Catamarca, Tucumán, Salta, Tucumán y Jujuy, y de los países andinos, Bolivia, Chile y Perú.

Su nombre, Elena, respondería a un juego de doble ficción (lo que se evidencia en una introducción ficticia firmada por la iniciales D.V.C), ya que ese nombre aparece en Augustus (1993), primera novela de la autora y en Fragmentos de siglo (1999), otra novela suya, ahora traducida y publicada en Italia, con coincidencias en fechas de nacimientos de las protagonistas portadoras del nombre y además, permite conexiones rememorativas de figuras femeninas de distintas épocas y ámbitos geográficos que, a su vez, la autora conecta con sus propias lecturas de obras de autores clásicos y modernos, argentinos y europeos.

Esto permite también conocer la biblioteca interior Liliana Bellone, vasta y variada, por cierto, y sus preferencias literarias, como en el cuento “Las iniciales” donde se narra el encuentro entre una novelista y Dante Alighieri.
Hay al inicio del primero de los títulos del libro, o sea “En busca de Elena”, una advertencia al lector: “Este texto debe ser leído como ficción pese a que su personajes y situaciones son reales”. En efecto, la dedicatoria, como también el diseño de tapa, remiten a Elena Hosmann. No están ausentes algunas confesiones autorales acerca de la “cocina” de la escritura: fecha de la iniciación del relato y significado de la misma: el motivo de la búsqueda de su personaje principal.

En otros momentos de la narración toma protagonismo Getrude Chale, pintora austríaca radicada en la Argentina y también viajera incansable por la América profunda. De ellas dice una de las voces narrativas: “Gertrude, la pintora y Elena, la fotógrafa, las dos mirando los rostros y las figuras recortadas sobre la montaña. Y Carybé con sus lunas, sus yuchanes y sus formas, medio vegetales, medio silvestres, medio divinas… La palabra y sus hermanas de la visión, sus hermanas de la vista, del ojo, de la contemplación. Nosotros pintábamos con palabras y versos, ellos pintaban o captaban las formas, los relieves…” (27).

Bellone no desconoce la correspondencia de las artes, tampoco parece desconocer su territorio salteño: Orán, Embarcación, Aguas Blancas, los ingenios azucareros, Santa Rosa, el río Bermejo. Quizá el viaje imaginario descrito con más emotividad es el que posibilita el encuentro de los niños del volcán Socompa, relatado por otra la voz narrativa, la del arqueólogo: “Nos miramos asombrados desde siglos atrás. Acá los dejaron durante el incario o tal vez antes, para que protegieran las cosechas. Estaban sonrientes y sus pupilas aún brillaban con la luz de la vida más allá de la muerte.” (42).

El rol del escritor, a través del tiempo evocado desde el presente de la narración y que corresponde a los años 40, se proyecta en una de las voces narrativas, la del poeta Raúl Aráoz Anzoátegui, a quien reconocemos por coherencia textual, en esta escritura polifónica. Dice el poeta: “Queríamos ser americano, sin dejar de ser universales. Pero no nos atrapaba lo que se llamó la Novela de la Tierra, no, íbamos más lejos, queríamos lo social, lo histórico también, lo que es difícil desde la poesía. Sí, creo que estábamos más cerca de la novela de la Revolución mexicana que de la Novela de la Tierra, en intención, se entiende, porque la mayoría de nosotros éramos poetas y la poesía tiene otros instrumentos expresivos que van más allá de lo narrativo, o más acá, según desde done se mire.” (46).

En el devenir narrativo, a la voz del poeta y del novelista (Néstor Saavedra, reconocido también por la coherencia del texto), se sucede la del arqueólogo.

Al avanzar en la lectura de este libro, advertimos que la búsqueda de Elena propone otras búsquedas que se relacionan con la lectura y la escritura, como se afirma en el Epílogo. En “Anotaciones para un cuento”, un profesor de literatura jubilado, anota adjetivos que le sugieren las imágenes de una iglesia, en particular, las de la Virgen y el Niño, hasta que advierte que pueden ser múltiples y a veces de significado contrastante; piensa entonces que los sustantivos ofrecen mayor captación de las realidades, más estabilidad semántica, pero reflexiona en torno de su equívoco y resuelve obsequiar sus anotaciones a un Poeta, destinatario más dotado que él para emprender la ardua tarea de la escritura. En “La lectora”, se narra la historia de una mujer mayor que reside en un geriátrico y cuyo entretenimiento es leer cuanto texto encuentra. La narradora, que visita asiduamente el lugar, decide orientarla en su lectura. En una de las visitas la conjetural maestra de lectura, recibe la confesión de la lectora que dice haber cumplido el sueño de su vida: ser escritora y le entrega una carpeta con sus trabajos. Luego de leer los escritos, la narradora-personaje del relato, reflexiona sobre la escritura como un discurso sobre otros discursos, pues descubre que la lectora-escritora ha “copiado”, párrafos completos de la literatura universal como propios, a la manera del procedimiento que narra Borges en “Pierre Menard, autor del Quijote”. O sea, escritura- palimpsesto, o tautología, al decir de Roland Barthes.

En la “Reunión de lectura”, los lectores –y comensales- se encuentran, como en un banquete filosófico o cena religiosa, en torno de una especie de maestre de logia: el Lector Mayor, quien ha propuesto la lectura del Quijote y propicia las reuniones que van acrecentando el número y entusiasmo de los integrantes. Durante varios meses, los lectores leen las páginas del célebre libro. Finalmente, surgen, desde esas páginas, los fragmentos de Cien años de soledad, como palimpsesto de una lectura infinita. El cuento termina de una manera que lo acerca a lo real maravilloso.

En síntesis, en este libro nos vemos reflejados en un espejo trizado en el que cada fragmento nos revela algo de una realidad multifacética: la identidad que configura la memoria, el tiempo vivido con todo lo obtenido y lo perdido, los deseos y la fantasías de nuestra breve trayectoria fantasmal por la vida, la individual y la colectiva en tanto formamos parte de un pueblo, de un país, de un continente.

  • Lic. Bertha Bilbao Richter

    Vice Presidenta del Instituto Literario y Cultural Hispánico.

    Buenos Aires, abril de 2017

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