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El comediante Groucho Marx en el recuerdo

Groucho Marx
Groucho Marx
Bigotes negros y tupidos, lentes de vidrio redondo y un habano inacabable distinguían al humorista estadounidense Groucho Marx, quien al igual que sus hermanos era dueño de una comicidad desopilante. Falleció el 19 de agosto de 1977.

Comediante inigualable, parangonable a Buster Keaton, Jacques Tati, Charles Chaplin o Laurel y Hardy, Groucho nació en Nueva York el 2 de octubre de 1890 como Julius Henry Marks, y falleció en Los Angeles el 19 de agosto de 1977, a los 86 años, afectado de una neumonía.

Ganador en 1972 de un premio especial del Festival de Cannes y en 1973 de un Oscar Honorario, este hijo de inmigrantes alemanes se hizo famoso como miembro fundamental de los Hermanos Marx, grupo dentro del cual parodiaba a un hombre de la alta sociedad, «decidor -según Georges Sadoul- de chistes de almanaque», con un frac que le quedaba mal y un puro que nunca terminó de fumar.

Cínico, ingenioso, dueño de un amplio bagaje cultural, Groucho practicaba la verborragia, la ironía, los juegos de palabras y una sinceridad descarnada para socavar los cimientos, desestabilizar y revelar las miserias de una sociedad donde la hipocresía, el egoísmo y los intereses materiales llevaban la delantera.

«No me interesa pertenecer a ninguna organización social capaz de aceptarme como miembro», escribió con acidez y picardía en una misiva incluida en su libro «Las cartas de Groucho», que envió a un club de Hollywood que lo tentó para tenerlo entre sus socios.

En el prólogo de ese libro, el crítico y escritor Arthur Sheekman -a quien se deben algunos diálogos de «Héroes de ocasión» o «Sopa de ganso» (Leo McCarey, 1933), si no el mejor, lejos el más delirante de los filmes de los Marx- describió algunos de los rasgos más salientes de este «divertido insolente».

«Dicen que Groucho es un personaje cómico porque dice descaradamente, y por supuesto con presteza, lo que nosotros podríamos pensar pero somos demasiado tímidos para decir. Esto no es verdad. Lo que realmente caracteriza a su insolente comicidad no es el descaro sino el ingenio», escribió Sheekman.

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