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Una búsqueda legítima y arriesgada

Hace un tiempo escribí en este espacio una reseña crítica sobre la trayectoria del grupo de artistas La Faranda, compañía de teatro independiente. Destacaba en aquella oportunidad el crecimiento y la exigencia del equipo de creadores en su formación e instalación de sus propuestas teatrales en el medio argentino.

«Cuestión de ingenio»

Destaco ahora el brío y la temeridad con la que asumen su nueva producción “Cuestión de ingenio”.

Fernando Arancibia y Claudia Peña, los integrantes del grupo, podrían haber aprovechado el envión de éxitos ya instalados y difundidos en el teatro y disfrutar serenamente del trabajo de diez años de construcción. Sin embargo, firman una nueva hipoteca artística con ellos mismos como creadores y con su público y largan al ruedo este trabajo más pequeño, promocionado para niños aunque la platea se nutre cada vez más de gente pasada de ese límite.

“Cuestión de ingenio” aborda una historia frecuente: un padre desbordado por sus pasiones profesionales y sus aprietes laborales que termina descuidando a su más caro afecto- su hija- y provocando con esta actitud el resentimiento de la niña y la incomunicación familiar.

Como es costumbre de la dramaturgia del grupo, se restaura el equilibrio dramático final y el humor en pequeños bocadillos se hace presente en gran parte del relato. Otros rasgos farandescos renuevan su contrato en esta obra: el uso de “ruiditos” onomatopéyicos tan propios de la historieta se convierte en un signo muy eficaz para la construcción del sentido. Retornan también los títeres diminutos, esta vez en un juego de ingenio muy bien logrado, en el que se hacen presentes algunos elementos vintage o demodes como el uso de una típica radio de los años cincuenta y la representación de una entrevista matizada con jingles rimados.

La actualidad se contrapone con expresiones propias del mundo del mercado mediático, como las necesidades impostergables y desubicadas de la producción en medio del reportaje o en la pose cholula de la periodista o bien en el contenido hueco de sus preguntas.

Para quienes se quedan maravillados con las agudezas técnicas y mecánicas que caracteriza a este grupo, vayan tranquilos que el ingenio está presente en la maquinaria. De hecho es este recurso el que desequilibra la humanidad y la sensibilidad que propone la historia central.

Gran parte de la obra trascurre detrás de un dispositivo mecánico que recrea los logros del inventor mientras el espacio para su hija es un limitado cuartito opuesto a su taller.

Esta disposición espacial se repite en la estructura dramática, los momentos de invención o de trabajo en el taller desbordan el tiempo que se destina al conflicto relevante.

La falta de manifestaciones del cariño y la obsesión profesional del padre despiertan en la niña ideas alternativas para recuperar los lazos familiares oxidados. Para ello recure a la treta y en cierta forma a la violencia. Aquí es donde la historia se torna extraña y se sale de lo realista.

El uso de un héroe del cómic aporta la solución mágica y recupera los vínculos padre-hija. Es un código -el del cómic- que usan muchos niños pero que deja endeble y confusa la credibilidad de esta historia de calibre más intimista y psicológico, la acción heroica está en la recuperación del cariño perdido más que en la dinámica pelea de héroes y villanos. La escena central en la que el inventor y Batman luchan desmadradamente desorienta si uno la piensa en relación a la escena del descubrimiento del padre. Se produce una situación escasamente elaborada, dramatúrgicamente hablando, reforzada por el hecho de usar el recurso de lo no dicho, el implícito. Se da por sobreentendido las posibles razones que llevaron a la niña al ataque, se reduce la situación de la única posible comunicación en la que ambos personajes se habrían encontrado sanamente o adultamente.

Por otra parte el hecho de que un solo titiritero sostenga solo una obra de conflicto más psicológico produce cierta lentitud no sólo en la manipulación sino en el desarrollo del relato. La incorporación de otros personajes que enriquecen por su comicidad- oficiando asimismo de presentadores-ralentizan la dinámica.

Estos riesgos de la dramaturgia no impiden que el espectáculo sea altamente recomendable. Como siempre la banda sonora y el diseño lumínico así como la plástica de los muñecos en escena son un gran atractivo de la producción farandesca. En esta ocasión Claudia Peña asume el rol de dirección del trabajo mientras Arancibia manipula e interpreta los personajes.

Ambos sostienen una práctica artística autodidáctica y con perfomances relevantes en casi toda su producción. Aún así encaran esta búsqueda singular para su tradición y asumen estos riesgos en los que capitalizan su interés por la calidad y la renovación exigente.”Cuestión de ingenio” y “Una de amor y una de aventuras”, obras de pequeño formato del grupo La faranda se reponen en la sala del 1° piso del Teatro de Fundación Salta los domingos a horas 19.

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