Respuesta del profesor Carlos María Pagano Fernández a la nota que cuestionaba el modo de imponer el Bachillerato Humanista en la Normal de Salta escrita por Liliana Bellone para Salta Libre y Calchaquimix sobre la no conveniencia de la implementación de un plan piloto para concretar el funcionamiento de un bachillerato humanista en la Escuela Normal Manuel Belgrano de Salta, y donde también la autora aclaraba que su artículo no quería generar una disputa con Pagano, sino la exposición de otro punto de vista del problema.
Liliana amiga:
Me honras al tomar en consideración mi nota sobre el Bachillerato Humanista en la Normal de Salta, que apareció en los semanarios El Cronista, en El Expreso y en otros lugares cibernéticos, y también me honras en dar a conocer tu parecer al respecto el pasado 19 del cte. mes en Calchaquimix (Ver: El estudio de las lenguas y cultura clásica) y en www.saltalibre.net
Del latín “pro” más “vocare” viene el verbo “provocar” y el calificativo “provocador”, que traduce algo del espíritu de mi nota. Curioso es que –como dicen diccionarios latino-español- ‘provocar,….’ se dice en latín ‘citô,âs,âre,citâvî,citâtum’. Tú asistes al “citatum” de mi nota, y eso es muy valioso de tu parte y gratificante para mí. Deberían haber asistido también ciertos númenes educativos provinciales, quienes se habrán asustado con la “pro-vocación”, a la cual traduce más adecuadamente otro término rústico y campero, que suena más indio que romano: no resistieron al “chuseo” de mi nota.
Saben que fue el proceder apresurado -hasta me atrevería a decir prepotente- del Ministerio, en realidad, lo que “pro-vocó” el malestar de los padres, entre los que me encuentro. Allí radica el “centro central” de mis consideraciones, aparentemente intempestivas y casi necesariamente fuertes.
Has de advertir, ante todo, Liliana, que en ningún punto de mi nota me he expedido, ni implícita ni explícitamente, “sobre la no conveniencia de la implementación de un plan piloto para concretar el funcionamiento de un bachillerato humanista en la Escuela Normal Manuel Belgrano de Salta”, como erróneamente interpretas, sino más bien sobre el “cómo” del proceso.
Entonces, para dialogar desde otra perspectiva acerca “del problema”, como propones, centremos lo planteado por mí: cuestiono el estilo de “ordeno y mando”, autoritario, de las autoridades educativas, carente de toda ilustración a los padres, donde entrarían aquellas verdades que traes a colación acerca de la importancia del latín en el español y demás etcéteras innegables y valiosas que aportas.
Me tocó a mí objetar en la reunión de padres la falta de un adecuado proceso, entre lo cual se encuentra la dicha ilustración sobre las ventajas del los latines y los griegos, que, desde luego y como sí se deja entrever en mi nota, valoro.
No podía ponerlo todo en mi nota, pero las autoridades mandadas “de arriba” para intentar “apalabrearnos” a los padres parecían ocultar muy bien toda ilustración al respecto. Además, en la nota señalé la carencia de garantías concretas nada menos que para la calidad del “cambio” y, también, para asegurar lugares adecuados a los chicos que no sigan en la Normal.
Pero, a fuer de reiterativo, mis dardos se dirigen a la soberbia del supuesto universalismo grecorromano occidental el cual, en su versión más tosca moderna, ejerce un verdadero “control epistemológico del mundo”. Así lo observa Raúl Fornet-Betancourt, filósofo cubano-alemán, muy martiano él y, tan martiano, que cuestiona la tendencia a simplificar la pluralidad de nuestro continente Abya Yala con el uniformismo reduccionista del “mestizaje cultural”.
Desde ese control epistemológico quedan asegurados todos los demás “controles”, en escandalosa y antihumana asimetría. Dicho universalismo o ideología universalista se compagina, ya que traes a colación a Carlos Marx, con su afirmación, en conjunto con F. Engels, de que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época” (La ideología alemana. Feuerbach. Contraposición entre la concepción materialista y la idealista, Valencia, 1994, p. 58)
Ahora bien, como se anota en las charlas “socráticas de sofística” de Juan de Mairena, en la obra de Antonio Machado, los dioses que deben “pasar”, desestructuran a los pueblos que se atienen a ellos, cuando deben “pasar”. Uno de esos dioses es justo aquella imposición de este pretendido universalismo cultural; el cual, dicho sea de paso, en lo lingüístico, no puede ser sino la imposición de la “compañera del imperio”, la lengua y todo su universo, tal lo pinta el propio Nebrija (¡en 1492!) en su prólogo gramatical, con el perdón de las amigas y los amigos de lenguas románicas.
Otro detalle para tener en cuenta, Liliana, es el que, en nombre del humanismo latinista, el folleto que se nos distribuyó a los padres acusa verdaderos despropósitos y encierra esa soberbia, la cual nada tiene de verdadera “humanitas”; muchos de sus términos se pueden encontrar en otras referencias a este plan “humanista” escolar. Por ello me expreso con hipérboles en la nota, como decir que el latín y el griego son lenguas irremisiblemente muertas. Pasa con éstas, nuevamente con perdón de los lingüistas, lo que con mis abuelos: están tan vivos cuanto viven en mí. Y así lo están vivos los “viejos” idiomas, el latín y el griego. Pero éstos están también tan muertos –y bien muertos- como lo están mis abuelos…
Finalmente, mi nota pica, como pica toda picada que quiera ser inter-cultural a fondo, y no mera retórica. Difícil es esto, Liliana: en filosofía, por ejemplo, implica tanto como negarle nada menos que al gran Heidegger el derecho a su “hybris” o ebriedad de decir que hablar de filosofía occidental es tautológico, reduciendo la capacidad filosófica a la “localidad” occidental, y tornando a ésta como canon de ese “hacer” humano; frente a tamaño exceso, cabe reconocer una histórica “plurilocalidad originaria de la filosofía”.
Bueno, Liliana, ahí se nos cae la piel cultural al vivo, y hay que tener la paciencia de esperar “a que crezca otra que suplante a la primera”, como observaba un grande, emérito de la Universidad Nacional de Cuyo, Juan Ramón Sepich-Lange. En el caso de la educación, que es el “marco” de mi nota, un verdadero humanismo educativo debe ser intercultural o, de lo contrario, es “humanismo” que remata, a la postre, en inhumano.
La ley de Educación Nacional del 2006 introdujo un “estante” en el sistema educacional, llamado Modalidad de Educación Intercultural Bilingüe (Ley Nº 26.206, cap. XI, art. 52, 53 y 54), que fue lisa, acrítica y llanamente copiada por Salta en la suya del 2008 (Ley Nº 7546, Cap. VII, art. 58, 59 y 60). No fue el caso, por ejemplo, de la ley de la Provincia de Buenos Aires, que traduce un espíritu mucho más amplio de interculturalidad (Ley Nº 13688, Título II, cap. XIII, art. 44, 2007).
Digo “estante” porque ambos instrumentos arrinconan esa llamada “modalidad” a los “márgenes marginales” indígenas, a los cuales el estado, culturalmente hegemónico, les hace el paternal favor de “interculturalizarlos” a ellos, sin ninguna obligación “inter” para el mismo estado ni para sus mayores beneficiarios. Entre éstos nos hemos de contar nosotros, todos los titulados, habilitados e ilustrados más o menos egregiamente en especialidades y, simultáneamente, educados en un verdadero analfabetismo intercontextual, propio de esos “cementerios de la diversidad” (Fornet-Betancourt) que son aún nuestras universidades, como también lo había observado de algún modo en Nuestra América el Apóstol de la Revolución independentista cubana, cuando hablaba de los jóvenes que “a adivinar” salen de las universidades para “gobernar un país que no conocen”. Nosotros salimos de esas universidades y, además, enseñando e investigando en ellas, reproducimos su circuito ideológico hegemónico monocultural.
En el espíritu de las imperiosas revisiones “bi-centenarias”, hemos de volver sobre ese paradigmático texto martiano, Nuestra América, y disponernos a “hacer causa común con los oprimidos” para que la colonia no continúe “viviendo en la república”. En ese espíritu, permíteme, Liliana, para finalizar, poner a consideración fragmentos de un poema del filósofo y poeta español, muy humanista -hispánicamente dicho- José María Valverde, el cual, en “Vida es esperanza”, expresa:
Basta de razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
nada de marcha triunfal, ni cortejo, ni viejas espadas;
en espíritu unidos, en miseria y en ansias y lengua,
siervos dispersos, rumiando, lo más, un pasado de mito,
[…]¿De qué sirve el destello del Siglo de Oro al cansado?
¿Y Don Quijote y el buen gobernador Sancho Panza,
de qué, al que no sabe leer ni esperar en un sueño?
Nuestra gente habla y dice: «trabajo», «mañana», «pues claro»,
«los chicos», «es tarde», «el jornal», «un café», «no se puede»;
no hay ni cultura europea ni estirpe latina en sus bocas,
sólo el escueto ademán del que afianza la carga en los hombros.
[…] El que es siervo no habla español, ni habla inglés, ni habla nada;
su palabra es la mano de un náufrago que se agarra a las olas,
y las cosas le pesan y embisten sin volverse lenguaje.
Nadie cree ya en pueblos-Mesías, «destinos», «valores»;
[…] Y hasta si fuera a valer para un poco de paz y justicia,
más valdría borrar nuestra lengua, nuestro ser, nuestra historia […]
(Disponible en: http://www.dartmouth.edu/ aih/pdf/poema2.pdf – Cursivas y comillas de Valverde, subrayados míos).
Con toda cordialidad,
- Carlos María Pagano Fernández